Por Vicente Adum Gilbert.
He llegado a pensar que una de las formas que ha encontrado la naturaleza para asegurarse de que una parte del conocimiento y experiencias de las generaciones que van de salida pase a las nuevas generaciones es por medio de las repeticiones de nuestros abuelos, quienes, con anécdotas y vivencias contadas una y otra vez, siempre como si fuera la primera vez, garantizan que dichas experiencias se incrusten en la memoria de los miembros más jóvenes de las familias. Es así como fluyen entre generaciones palabras, frases, gestos, dichos y memorias que forman parte de las costumbres de una familia, un pueblo o una ciudad; siendo esta una de las maneras en que, tal vez sin ser conscientes de ello, mantenemos vigentes pequeños fragmentos conductuales de nuestros antepasados.
Este es el caso del dicho del Guayaquil antiguo que he querido rescatar en este breve artículo, mismo que he escuchado decir cientos de veces desde pequeño a mi abuela, María Luisa Jiménez, y de vez en cuando también a mi madre, Ana María Gilbert, quienes, cuando una persona presumía exageradamente sobre algo, o mostraba una actitud pedante o petulante, simplemente lanzaban en tono adusto un categórico “¡Buena mierda es Barrionuevo y su lancha Margarita!”. Cuando preguntaba por el significado de este dicho, la consiguiente explicación se enmarcaba dentro del plano anecdótico, y decía más o menos así: “Mi papá contaba que en Guayaquil había un señor adinerado de apellido Barrionuevo quien presumía de tener una lancha muy grande, llamada Margarita. En una ocasión esta lancha fue naufragando en algún lugar del río, y entonces, un montubio, indignado por el suceso, exclamó: ¡Buena mierda es Barrionuevo y su lancha Margarita!». Debo asumir que, tanto por su hilaridad como por su sonoridad, esta frase se volvió muy popular en el Guayaquil de inicios del siglo XX, en donde las noticias corrían rápidamente de boca en boca.
Siempre tuve curiosidad sobre el origen y precisión histórica de este dicho, pero nunca me propuse seriamente escudriñar documentos para determinar su procedencia. Sin embargo, mientras realizaba las investigaciones que desembocaron en la publicación del libro “Guayaquil – Historias a color”, cuando revisaba información sobre antiguas embarcaciones fluviales, como la que aparece en la figura 1, encontré dentro del listado de las lanchas matriculadas en Guayas alrededor de 1909 el nombre de Manuel E. Barrionuevo, armador de una lancha de 5 toneladas llamada Francisca. Curiosamente, en ese mismo listado encontré, como armadora de una lancha llamada Natividad, de 4 toneladas, a la señora Margarita M. de Barrionuevo (1). Si bien la insigne lancha Margarita no aparecía entre las matriculadas en ese año, ver estos dos nombres dentro de un mismo listado de lanchas me llevó a elaborar ciertas conjeturas: ¿Habría sido este Manuel E. Barrionuevo también dueño de una lancha llamada Margarita? ¿La lancha Margarita habría sido nombrada así en honor a Margarita M. de Barrionuevo?
Luego de una breve revisión documental en fuentes de la época logré confirmar que, en efecto, don Manuel Barrionuevo, quien era socio de la casa exportadora Bottaro & Barrionuevo (2) y contaba «con un poderoso capital» (6), había sido el propietario de una lanchita a vapor llamada Margarita (3) con capacidad para 30 pasajeros, que en 1901 se fletaba para “llevar familias abordo o para viajes a los pueblos vecinos por muy módicos precios” (4) (Figura 2). ¡Tanto el adinerado señor Barrionuevo aludido en la anécdota de mi abuela, como la lancha Margarita del dicho habían existido! Además, con la información encontrada, me resultó bastante razonable suponer que don Manuel Barrionuevo bautizó a una de sus lanchas con el nombre de Margarita de Barrionuevo, quien probablemente era su esposa.
A pesar de que confirmar si Barrionuevo presumía o no sobre las prestaciones de sus lanchas escapa al alcance de esta breve investigación, es un hecho verificado que los servicios y bondades de la lancha Margarita se promocionaban con frecuencia diaria, y con tipografía destacada, en el periódico El Tiempo, entre anuncios de hoteles, médicos, dentistas, abogados, comercios, fábricas y elíxires contra enfermedades nerviosas (4) (3) (5), en un tiempo en el que no debe haber sido usual que los servicios de las lanchas, que eran embarcaciones menores y de uso común para transporte fluvial, se publicitaran en los periódicos.
Por contener diversos elementos que he podido verificar con documentos históricos, le doy mucho crédito a la anécdota contada por mi abuela sobre el naufragio de la famosa lancha Margarita. Pese a que la lancha Margarita no aparece en el listado de embarcaciones matriculadas en 1909, lo que podría llevar a concluir que ésta ya no existía para dicho año, queda para otra investigación más profunda, o para investigadores más acuciosos que yo, determinar si el conato de hundimiento de la pequeña embarcación quedó documentado, o si el hecho quedará sustentado únicamente por el pilar de esta anécdota transmitida orgánicamente, de generación en generación.
Referencias
1. Compañía «Guía del Ecuador». El Ecuador Guía Comercial Agrícola e Industrial de la República. Guayaquil : s.n., 1909.
2. Estrada Ycaza, Julio. Guía Histórica de Guayaquil Tomo 4. [ed.] Cecilia Estrada Solá – Antonieta Palacios Jara. Guayaquil : s.n., 2007.
3. El Tiempo. Movimientos del Puerto. Edición de la mañana, 14 de mayo de 1901.
4. El Tiempo . Lancha «Margarita». Edición de la mañana, 8 de mayo de 1901.
5. El Tiempo . Lancha «Margarita». Edición de la mañana, 15 de mayo de 1901.
6. Noboa, Carlos Manuel. América Libre, Guayaquil en 1920. Guayaquil : Empresa Periodística Prensa Ecuatoriana, 1920.
Muy interesante, divertido y también cultural.
Excelente, vale compartirlo
Excelente amigo excelente, espero que %curiosidades como estas siempre sean compartidas
Que buena historia ‼️👍