Saltar al contenido
Menú
Cronóstatos
  • About
Cronóstatos

Los pilotos muertos

Publicada el 10/12/202510/12/2025

Por Vicente Adum Gilbert.

No tengo memoria apreciable sobre la forma en que llegó a mí, pero no me queda duda de que, quien fuera que se haya tomado el tiempo de procesar y entregarme aquella grabación fue, a toda luz, un buen amigo.  Aquel casete regrabable Supersonido C-60 de J. D. Feraud Guzmán sonaba terrible en el estéreo de mi cuarto, una clásica grabadora de mediados de los ochenta de doble casetera, de marca genérica.  Sin embargo, las canciones contenidas en el mismo fueron monumentales influencias musicales, no solo para mí, sino para gran parte de esa generación nacida a mediados de los setenta y criada, sin eufemismos sociales, en la gloriosa década de los ochenta.

El rock latino venía pegando fuerte en esos años, pero dado que el elemento particular y aglutinante de esta corriente musical era el idioma, dentro del género era posible clasificar artistas tan dispares como Flans, con su pop azucarado y pegajoso, y Miguel Ríos, veterano del rock de España.   Así, dentro de la misma categoría musical estaban, por increíble que parezca, Soda Stereo, Olé Olé, Enanitos Verdes, Fandango, Hombres G, Mecano y Los Prisioneros.   Por lo general, estos grupos abordaban en sus canciones más populares temáticas románticas, sobre relaciones de pareja, situaciones divertidas y hasta discretamente sexuales; a excepción de Los Prisioneros, quienes, en su brillantemente logrado pop-rock industrial, conjugaban letras con contenido abiertamente social y político, en un Chile que se decantaba entre la represión de la dictadura de Pinochet y la amenaza del retorno del socialismo al estilo de Allende.  Fue dentro de este marco musical bastante comercial que se coló inexplicablemente en Ecuador la música disruptiva de Ilegales:  un punk rock crudo con baterías punzantes, bajos definidos y guitarras agresivas, en el que no cabían reparos al escribir sobre temas álgidos, irreverentes, históricos, absurdos, callejeros, violentos, triviales, o simplemente “salidos de los cojones”. 

Quedé absorto cuando escuché por primera vez las canciones de Ilegales en esa cinta.  Sin prestar atención al pésimo sonido del casete nacional copiado de algún disco de acetato rayado, me encontré con esta música que cortaba el aire sin pedir permiso, espíritu que se reflejaba en letras cargadas de expresiones fuertes poco comunes en este país, como “Me cago en la leche que mamaron los cabrones que me denunciaron” o “Soy un macarra, soy un hortera, voy a toda hostia por la carretera”, cuyo significado la revista Tiempo Libre se esforzaba en explicar a chicos ochenteros que no tenían disponible nada ni remotamente parecido a Google o a ChatGPT para consultar el sentido de los términos.  Estas frases me permitieron pensar en España, lugar de origen de los miembros de la banda, como un país moderno e intrigante, distinto a aquel de los tiempos coloniales presentado por los textos escolares.  Desde los parlantes de mi grabadora se escuchaba a todo volumen a Jorge Martínez cantando “Ella saltó por la ventana, se estrelló con la calle mojada”, canción que hablaba crudamente sobre las consecuencias nefastas del abuso de substancias: la muerte y el suicidio.  A esa edad no lograba captar la dimensión de “Europa ha muerto”, canción premonitoria que advertía sobre la pérdida de la identidad cultural y social de un continente que hoy sufre las consecuencias de décadas de leyes permisivas y políticas equivocadas.  Tenía que bajar el volumen casi hasta cero cuando escuchaba “Eres una Puta”, para que mis padres no se escandalizaran por el contenido explícito del tema; pero lo volvía a subir hasta el máximo nivel cuando empezaba “Agotados de esperar el fin”, un himno que trataba sobre la asfixiante desesperanza social de aquellos tiempos.

Había también letras absurdas e intrascendentes como “Problema sexual” o “Odio los pasos dobles”, que me parecían simples pretextos para desplegar poderosos riffs de guitarra y melodías contagiosas.  Es que Jorge Martínez era un tipo capaz de convertir cualquier experiencia personal, por intrascendente que fuera, en música poderosa, habilidad que contrastaba con su apariencia absurda, que no encajaba en los ochenta:  mientras otros artistas de la época cuidaban meticulosamente su vestimenta, peinados y maquillaje, Jorge lucía como un viejo calvo cuyos ojos pretendían escaparse de su cara y que usaba camisas sacadas del armario de cualquier padre de familia trabajador.  Su actitud en la vida y en el escenario era la de un rebelde irreverente. 

Como no había YouTube ni redes sociales, la información que nos llegaba sobre la vida y actos de los músicos de la época era muy escasa.  Lo veíamos en la TV con su guitarra colgada en el cuello, y su voz áspera, expresiones y actitudes no hicieron dudar a nadie que el tipo era un demente, un adicto o un vago.  En cierta manera, acertamos, pero también nos equivocamos.   Cuando, años después de la fiebre ochentera del rock latino, Ilegales visitó Guayaquil para dar un concierto a inicios de abril de 2003, Jorge Martínez nos sorprendió a todos al mostrarse como un individuo de una cultura muy amplia, versado en literatura, filosofía, política, sociología e historia.  Fue evidente para mí que los entrevistadores locales se quedaron cortos ante la erudición de tal personaje.  Es que la genialidad se manifiesta desbordándose en múltiples facetas y aristas. 

Ese año tuve la suerte de verlos tocar en vivo por primera vez.  En medio de esa agobiante mezcla indiscernible de humedad y calor, característica del invierno guayaquileño, Jorge y su banda se entregaron al público hasta la última gota de sudor, literalmente.    En 1987 ya se habían presentado en Guayaquil, junto con Hombres G —¡vaya combinación tan ecléctica!—, pero en aquella ocasión yo tenía apenas 12 años, y me consideraba tan “pelado”, que ni siquiera se me ocurrió pedir permiso para ir al ahora legendario concierto, en el que la multitud llegó al éxtasis con los acordes de “Destruye”, derribando las mallas del Estadio Modelo.

El amanecer de hoy me sorprendió con el infausto comunicado reenviado varias veces en los grupos de WhatsApp.  El texto decía en letras muy pequeñas, como quien pretende no decir lo que se dice, lo siguiente: “Con enorme tristeza comunicamos el fallecimiento de Jorge Martínez, líder de Ilegales, tras varios meses luchando contra un cáncer”.   Un amigo, gran admirador de la banda, comentó: “Creí que era inmortal”.  Mi respuesta espontánea fue “Ya lo es”.  Debo suponer que la necesidad de escribir artículos como este no es más que una manera de homenajear a un personaje admirado, y responde a la necesidad de lidiar con el duelo que la partida de un referente como éste, piloto de su nave transgresora, nos produce.  Por ello, quiero imaginarme a Jorge llegando al final de su vida, como él mismo describiera la llegada de Charles Lindbergh a la capital francesa en 1927: “Desde lejos luces en París.  En el aeropuerto, buen recibimiento. ¡Lo has conseguido, brindemos con champagne! ¡Toda esa pasta, toda esa fama! Abajo en el Atlántico:  los pilotos muertos.  No hay que pensar en pilotos muertos”.

Suerte, Mr. Martínez. No hay paracaídas.

1 comentario en «Los pilotos muertos»

  1. Andrés dice:
    11/12/2025 a las 11:27 AM

    Hace ya algunos meses falleció uno de mis mejores amigos. El bromeaba mucho con la canción de «Lindbergh», es una pena su partida, mucha nostalgia y recuerdos.

    Que descanse en paz

    Responder

Responder a Andrés Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entradas recientes

  • Los pilotos muertos
  • Genio y figura hasta la sepultura
  • Paseo anacrónico por el Policentro.
  • Personajes anónimos de la URDESA de los ochenta y noventa.
  • Los niños arqueólogos de Capaes.

Comentarios recientes

  • Andrés en Los pilotos muertos
  • Pablo Vega en Genio y figura hasta la sepultura
  • Leyla Suárez en Genio y figura hasta la sepultura
  • Karina Teran en Genio y figura hasta la sepultura
  • Agustín Vera en Genio y figura hasta la sepultura

Archivos

  • diciembre 2025
  • septiembre 2025
  • julio 2025
  • mayo 2025
  • septiembre 2024
  • junio 2024
  • marzo 2024
  • febrero 2024
  • octubre 2023
  • agosto 2023
  • julio 2023
  • junio 2022
  • mayo 2022
  • diciembre 2021
  • noviembre 2021
  • octubre 2021
  • septiembre 2021
  • agosto 2021
  • julio 2021
  • junio 2021

Categorías

  • Arqueología televisiva
  • Arqueología urbana
  • Aviación
  • Ciencia
  • Crónica
  • Guayaquil
  • Historia
  • Locomotoras Ecuador
  • Relatos
  • Retrogaming
  • Retrotecnología
  • Uncategorized

Meta

  • Acceder
  • Feed de entradas
  • Feed de comentarios
  • WordPress.org
©2025 Cronóstatos | Funciona con SuperbThemes y WordPress