Por Vicente Adum Gilbert.
Recientemente, mi abuela María Luisa Jiménez Franco cumplió 90 años de vida. Sí, noventa años de una vida llena de sacrificios, éxitos y logros en el ámbito profesional y en el servicio público que le significaron múltiples reconocimientos, incluido el privilegio de constar entre las mujeres guayaquileñas destacadas del siglo XX, de acuerdo con la historiadora Jenny Estrada (1). Siempre ha sabido navegar en las agitadas aguas de la vida y enfrentar la adversidad de manera estoica, como cuando quedó viuda de manera prematura, a los 44 años. En los últimos meses, su salud en general se ha deteriorado, pero, a pesar de esto, mantiene el optimismo y jovialidad que siempre le han caracterizado.
Cuando uno visita a una persona convaleciente, los saludos de rigor incluyen siempre la pregunta «¿Cómo estás?», muchas veces dicha sin pensarla, de forma instintiva, a manera de reflejo conductual. La respuesta de la persona enferma suele provenir de moldes que generan lugares comunes tan conocidos como irreflexivos. Por ello, me sorprendió que, durante una visita que le hiciera hace poco a mi abuela, luego de hacerle la mencionada pregunta, en vez de responderme con el clásico, aunque piadoso «¡bien!», con el categórico y sincero «¡mal!», o con el resignado «más o menos», me respondió con un «¡como el Pichincha en contra!«, en un tono bastante decidido.
Acerté al suponer que ella había utilizado, como suele hacer, algún dicho antiguo caído en desuso con el paso de los años, como aquel sobre el que escribí en un artículo llamado Desempolvando un antiguo dicho guayaquileño. Como siempre he tenido un marcado interés en la historia de nuestro querido Guayaquil, deduje inmediatamente que se refería a una de las embarcaciones de vapor que todavía dominaban el transporte fluvial en el Guayas cuando ella era una niña en las décadas del 30 y del 40 del siglo XX, mas no, obviamente, al volcán Pichincha o a la célebre batalla que en sus faldas se peleó. Es que, en Guayaquil, hasta mediados del siglo XX, la ciudad y el puerto eran todavía un conjunto simbiótico e inseparable, y la influencia del mismo sobre el ritmo, costumbres y lenguaje coloquial de la urbe era innegable. Así, era común, por ejemplo, que cuando se enviaba un auto a reparar, se dijera con respecto a éste que estaba en «parrilla», término que indudablemente provenía de la jerga de los astilleros, ya que la parrilla era donde los barcos eran colocados para su carenado o mantenimiento.
En efecto, el Pichincha era uno de los vapores fluviales de la Empresa de Vapores Indaburu; probablemente construido por Pusey & Jones Co., quienes para 1880, año en que éste fue lanzado al agua, ya habían construido varias embarcaciones para la empresa de don Pablo Indaburu Ortiz, quien falleció en 1887, dejando como armadora de los barcos a su viuda, doña Adela Seminario (2) (3). El Pichincha no solamente era el más pequeño de los vapores de la flota de la compañía Indaburu, sino que era «el de más lento andar de los vapores de la empresa» por lo que «se lo había destinado a carreras donde no tenía que vencer grandes corrientes» (3). La proverbial lentitud de este vapor no le impidió que, al crisol de la astucia popular, se convirtiera en una celebridad eternizada por medio del dicho, cuya explicación es la siguiente: «Su falta de potencia y la consiguiente lentitud […], le dio fama que le sobrevivió por muchos años después de haber sido retirado del servicio, al incorporarse al léxico popular la expresión «Pichincha en contra» -que se refería al Pichincha luchando con tenacidad, aunque con escaso éxito, para superar una corriente contraria […]- y que se aplicaba a cualquier persona que caminase lentamente» (3).
Me quedó muy claro que, aunque mi abuela en la actualidad camine, en efecto, muy lentamente, no era a esto a lo que se refería al responder de esa manera mi pregunta sobre su estado de salud o anímico, sino al significado subyacente de la frase: ella no estaba ni bien, ni mal, ni más o menos; estaba luchando tenazmente contra la corriente de la adversidad, como siempre lo ha hecho, fiel al carácter de su espíritu, a pesar de que le falten las fuerzas… tal como el Pichincha en contra.
Referencias
1. Estrada, Jenny. Guayaquileñas en la historia, Siglos XVI al XXI; Diccionario biográfico. Segunda. Guayaquil : s.n., 2019.
2. Compañía «Guía del Ecuador». El Ecuador Guía Comercial Agrícola e Industrial de la República. Guayaquil : s.n., 1909.
3. Estrada Ycaza, Julio y Yerovi Indaburu, Clemente. El siglo de los vapores fluviales: 1840 – 1940. Guayaquil : Archivo Histórico del Guayas, 1992.
Historia muy sentida. Felicitaciones. Es grandioso recordar viejos dichos de la cultura guayaquileña 👍
Buena Chento
Por primera vez que leo sobre este dicho(no lo escuche, lo leí)
Me agrada ver cómo una mujer fuerte y valerosa se expresa con gran orgullo que sigue luchando con gran tenacidad en esta vorágine de la vida.
Y más hermoso leer que su nieto menciona esa mujer guerrera de alma huancavilca
Muchas gracias por sus palabras. Se las haré llegar también a mi abuela. ¡Saludos!
Excelente relato
¡Muchas gracias!
Que artículo tan interesante y emotivo
Gracias por tu comentario. Me alegro mucho de que te gustara.
Muy cálido relato que nos ayuda a sentir y dar homenaje a esa historia tan bien presente en la memoria de tu abuela y nos lleva a recordar a nuestros seres queridos.
Excelente manera de recalcar la tenacidad de nuestras abuelas que guardan tantos relatos y contra toda corriente (adversidades en la vida) jamás se dieron por vencidas… porque el amor a la familia les daba esa fortaleza y empuje…
«CÓMO EL PICHINCHA EN CONTRA» LUCHANDO Y NAVEGANDO POR SUEMPRE. COMO ESA NOBLE MUJER, DE ESPÍRITU VALIENTE Y EJEMPLAR.
FELICITACIONES POR RECORDAR ESTAS FRASES 👍
Todo nos lleva al río apreciado Vicente, su abuela, y toda la historia de Guayaquil gira entorno a ese cuerpo de agua, que como el estero son dignos de mejor suerte. Abrazos.
Sin duda: la historia de Guayaquil navega sobre el Guayas, a pesar de que los barcos ya no lo hagan. ¡Saludos!
Sin duda alguna, todos hemos estado en algún momento de nuestras vidas «como el Pichincha en contra», pero es esa misma natural tenacidad que algunos albergamos, como tu noble abuela, la que nos brinda las fuerzas necesarias, ese ímpetu prolongado, para poder continuar, con mucho más valor y convicción, con una certeza inexpugnable e ineludible, con una confianza sobrehumana, de que todo, al final, saldrá bien, que las tormentas, tarde o temprano, y dependiendo de esa misma continuada contra, amainarán, y arribaremos gozosos, más fuertes y más sabios, a Puerto seguro. Un Abrazo fraterno, pana querido!!
Un fuerte abrazo, Manuel. Gracias por tomarte el tiempo de leer mi artículo y por tu comentario.
Maravilloso relato. Me emociona muchísimo la maravillosa familia que ha formado María Luisa, tan fuerte, tan unida pero al mismo tiempo divertida y artística. Bello que la disfruten y se lo hagan saber, en vida.