Por Vicente Adum Gilbert. Aquel domingo me desperté inusualmente temprano. A esa hora, solo esa tenue luz característica de los momentos previos al amanecer se colaba tímidamente por entre las cortinas de nuestra habitación. Giré para mirar a mi esposa, con la esperanza de que ya estuviera despierta, solo para comprobar que todavía se encontraba…